Pablo, el celoso

Pablo, el gran apóstol era un hombre recontra celoso. Y su celo lo llevaba a hablar locuras.

Yo sé que lo que estoy describiendo no es como solemos pensar en Pablo.  No obstante, no cabe duda, Pablo era un hombre muy celoso.  Y Pablo mismo reconocía que él era celoso.   Y reconoce también que esos celos lo llevaban a hablar locuras.  Déjenme explicar.

En la carta que llamamos 2 Corintios (de todos modos, era por lo menos su tercera carta a la iglesia de Corinto) Pablo se encontraba en una situación donde tenía que defender su autoridad apostólica. Según algunos en la iglesia de Corinto Pablo no llegaba al nivel de algunos otros líderes, los que Pablo llama sarcásticamente “aquellos grandes apóstoles” (o según la NVI los superapóstoles).  Pablo no era tan excelente como orador (11:6), no tenía el carisma que otros tenían (10:10), y no parecía tener el mismo éxito puesto que no cobraba para su ministerio como los sofistas más exitosos (11:7-10).  Parece que, para la iglesia de Corinto, su fundador había perdido su encanto y ahora era objeto de críticas.  ¿Cómo responde Pablo frente a esas críticas?  Hablando locuras y revelándose como “Pablo, el celoso.”  Extraño, ¿no?  Pero ¿Por qué Pablo responde así?  Dejemos que Pablo mismo nos explica.

En 2 Corintios 11:1-4 Pablo exclama,

¡Ojalá me toleraseis un poco de locura! Sí, toleradme. Porque os celo con celo de Dios; pues os he desposado con un solo esposo, para presentaros como una virgen pura a Cristo. Pero temo que como la serpiente con su astucia engañó a Eva, vuestros sentidos sean de alguna manera extraviados de la sincera fidelidad a Cristo. Porque si viene alguno predicando a otro Jesús que el que os hemos predicado, o si recibís otro espíritu que el que habéis recibido, u otro evangelio que el que habéis aceptado, bien lo toleráis.

Pablo les dice que él necesita hablarles algunas locuras.  (Por si acaso, esta no es una justificación para que nosotros hablemos locuras desde el púlpito). En realidad, lo que Pablo desea hacer es demostrar convincentemente su profunda preocupación por la iglesia.  ¿Cómo lo va a hacer?  Reconociendo su celo por la iglesia.  Pero, por favor, reconozcamos que su celo no es ese celo torcido del esposo inseguro que de una forma irracional controla a su esposa.  Tampoco es el celo del supuesto amigo que busca influenciar hacia el mal a sus “amigos” (Gálatas 4:17).

Más bien, el celo de Pablo es el mismo celo que Dios expresa, como, por ejemplo, en Éxodo 34:14, Porque no te has de inclinar a ningún otro dios, pues Jehová, cuyo nombre es Celoso, Dios celoso es.  Es el celo que protege a la esposa a todo costo, que hace todo lo posible para cuidar la exclusividad del matrimonio por medio de un amor sacrificial y profundo.  Es un celo que sacrificialmente busca el bienestar de la amada.  ¡Ese es el celo de Pablo!  El celo ministerial que Pablo expresa es una preocupación seria y apasionada por el bienestar de la iglesia.

Pero ¿Por qué Pablo era tan celoso con los Corintios?  Su celo nació porque fue Pablo mismo que os he desposado con un solo esposo (v.2).  Es decir, fue Pablo, como el buen padre espiritual que era, que presentó a la iglesia a su futuro esposo, Cristo mismo.  En otras palabras, fue a través del ministerio de Pablo que ellos conocieron a Cristo y se salvaron.  Pero Pablo no lo dejó allí.  Sino Pablo también tenía toda la intención de proteger celosamente a su “hija” durante todo este tiempo de su noviazgo hasta el día de la boda, el día de la entrega a su esposo.  La intención de Pablo fue seguir apoyando a los creyentes durante todo su caminar espiritual en esta vida, ayudándolos a mantenerse puros y fieles hasta el gran día de la boda del Cordero, ese día cuando Cristo regrese para tomar a su novia, la iglesia, para que esté con él para la eternidad.  Por lo tanto, la razón por la cual Pablo tenía tanto celo para la iglesia era porque Pablo quería presentar la iglesia a Cristo como una esposa pura, una esposa fiel y sin cualquier mancha, una virgen verdaderamente pura.  Su celo era su compromiso de hacer todo lo posible para poder presentar a Cristo su novia intachable.

El problema que Pablo veía que le causaba tanta preocupación fue que la iglesia era demasiada ingenua.  Pablo temía que la iglesia no tenía la sabiduría, ni el discernimiento, ni tampoco la fortaleza para soportar los engaños del diablo.  Él temía que la iglesia iba a ser engañada como Eva ante la serpiente. Más concretamente, Pablo temía que la iglesia iba a desviarse yendo tras otros dioses y otro evangelio.  Pablo explica en el verso 4, 4Porque si viene alguno predicando a otro Jesús que el que os hemos predicado, o si recibís otro espíritu que el que habéis recibido, u otro evangelio que el que habéis aceptado, bien lo toleráis.  La iglesia de Corinto era muy vulnerable ante las herejías y falsos profetas de su tiempo.  Por eso, Pablo era celoso.

Me pregunto si nosotros como pastores tenemos el mismo celo, el celo de proteger a nuestras iglesias de las falsas doctrinas, de los falsos evangelios, y todas las cosas que pueden manchar a nuestra “hija comprometida.”  O es que nuestro celo se enfoca más en la competencia que sentimos entre iglesias.  “Su iglesia crece más que la mía.  Su iglesia tiene más recursos que la mía.”  Muchas veces nuestro celo no es un “celo de Dios” sino un celo de nuestros dioses, los dioses del éxito o de la prosperidad, o de la aceptación de este mundo.

Lo que la iglesia de Cristo necesita en la actualidad donde hay una variedad de gente predicando “otro evangelio que el que habéis recibido”, son pastores con el celo de Dios que como el padre cuidando a su hija comprometida, la proteja para poder presentarla como una virgen pura a su esposo en el día cuando Cristo venga.  Pero ese celo que debemos tener como excelentes padres espirituales no debe confundirse con el legalismo, ni con el aislamiento.  Más bien se refiere a un amor profundo y apasionado por Cristo, por su iglesia, y por la verdad del evangelio que él nos encomendó.

¡Pastores, seamos celosos!  Pero siempre con el celo de Dios.

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