La Hipocresía de Pedro (y de nosotros)

La Hipocresía de Pedro (y de nosotros)

Juan y Toño eran vecinos, aunque venían de realidades totalmente opuestas. Juan era de una descendencia europea con rasgos físicos que marcaron una distinción notable entre él y su nuevo vecino. El apodo que le ponían a Juan era “gringo” por los ojos azules y su cabello rubio. Juan aceptaba el apodo con orgullo porque traía ciertos privilegios y respeto de parte de sus compañeros. Juan se juntaba con un grupo de jóvenes que también compartían muchos de esos rasgos. Ellos eran el grupo más popular en la escuela, los que todos respetaban y, porque no decirlo, temían de alguna manera. Ellos siempre parecían tener ciertas ventajas cuando se trataba de oportunidades para avanzar.

La realidad de Toño era otra completamente. Su piel era oscura, negra. Sus rasgos eran más exageradas también. Los apodos que la gente ponía eran groseras, ni quiero mencionarlos, tan feos eran. Toño era nuevo en la comunidad y la verdad es que andaba solo, sin amigos. Su familia tenía que pelear por todo lo que tenía; nadie les regalaba nada, nunca. Por su propio sudor la familia de Toño había avanzado mucho y ahora pudo comprar una nueva casa, justo a lado de la casa de Juan.

Juan y Toño compartían algo en común, a los dos les encantaba jugar basquetbol. De hecho, se conocieron en la cancha que queda en medio de la vecindad donde viven. Toño solía llegar al parque temprano en la mañana antes de ir al colegio para practicar. Juan lo vio un día y empezó a acompañarlo. Después de poco tiempo los dos se hicieron amigos y solían practicar juntos y después desayunar allí en el parque.

Pero todo esto cambió un día. Les cuento. Oscar, un amigo de Juan y miembro de su “junta”, otro chico muy respetado y privilegiado, pasaba un día por el parque donde Juan y Toño estaban practicando el basquetbol y conversando. Cuando Oscar vio a su querido amigo Juan comiendo junto con ese negro Toño, se molestó y se preocupó. El día siguiente toda la junta apareció en el parque cuando llegó Juan, antes de la llegada de Toño. Ese grupo de “amigos” advirtieron a Juan acerca de las malas juntas y el daño que podría hacer a su reputación juntándose con un tipo como ese ***** (insertar uno de esos apodos groseros).

Cuando Toño llegó, todos los chicos empezaron a burlarse de él. Toño estaba totalmente sorprendido. Pero cuando vio a su amigo Juan allí en medio, empezó a sentirse mejor. “Allí está mi buen amigo Juan, él me va a apoyar. Él me va a afirmar.” Juan enfrentaba una encrucijada, ¿Cómo responder? Temiendo la pérdida de su grupo de amigos, su reputación, todo lo que había logrado como un chico reconocido, respetado, Juan empezó a reírse con sus amigos. Ni reconoció la presencia de su amigo Toño, sino se volteó y dijo a su grupo, “vamos chicos tenemos cosas importantes que hacer,” y se fueron dejando a Toño solo y avergonzado, —————- destrozado.

Ese escenario que presento, aunque inventado, ilustra una realidad demasiado común. De hecho, me hace pensar en un relato bíblico que, aunque no exactamente igual, apunta un problema muy parecido. ¿Se acuerdan cuando Pablo tuvo que enfrentar a Pedro por su gran hipocresía?  El relato se encuentra en Gálatas 2:11-14, Pero cuando Pedro vino a Antioquía, le resistí cara a cara, porque era de condenar. 12Pues antes que viniesen algunos de parte de Jacobo, comía con los gentiles; pero después que vinieron, se retraía y se apartaba, porque tenía miedo de los de la circuncisión. 13Y en su simulación participaban también los otros judíos, de tal manera que aun Bernabé fue también arrastrado por la hipocresía de ellos. 14Pero cuando vi que no andaban rectamente conforme a la verdad del evangelio, dije a Pedro delante de todos: Si tú, siendo judío, vives como los gentiles y no como judío, ¿por qué obligas a los gentiles a judaizar?

En el judaísmo del primer siglo muchos de los judíos todavía mantenían la actitud de que juntarse con los gentiles era algo que contaminaba al judío.[1] Se ve esa actitud reflejada en el texto de Jubileo 22:16 probablemente escrito alrededor del primer siglo aC, “Hijo mío, Jacob, recuerda mis palabras y guarda los mandamientos de tu padre, Abrahán. Apártate de los gentiles, no comas con ellos. No hagas como ellos, ni les sirvas de compañero, pues sus acciones son impuras, y todos sus caminos inmundicia, abominación y horror:” El mismo Pedro tenía esa actitud antes de su encuentro con Cornelio y la visión que Dios le dio, como él mismo expresa en Hechos 10:28, Vosotros sabéis cuán abominable es para un varón judío juntarse o acercarse a un extranjero.”

No obstante, cuando Pedro llegó a Antioquía él empezó a juntarse con los gentiles para compartir un tiempo de compañerismo cristiano. Parece que él estaba viviendo la nueva realidad que Dios le enseñó según Hechos 10:28, a mí me ha mostrado Dios que a ningún hombre llame común o inmundo.”  Todos los seres humanos, judíos o no, pueden ser aceptados ante Dios. Pedro lo vivía.

Pero, esto cambió cuando “los de la circuncisión” llegaron a Antioquía y observaron a Pedro y los demás judíos comiendo con los gentiles. Pedro decidió ya no seguir con su costumbre de comer con los gentiles y se separó de ellos, obviamente haciendo una distinción entre ellos y los judíos. Pablo comenta que Pedro tenía miedo de “los de la circuncisión.” Quizás temía por su reputación o quizás temía que viviendo la nueva realidad donde no hay barreras entre judíos y gentiles podría perjudicar el avance de ese nuevo movimiento de Cristo.

Sea cual fuera el motivo, Pablo llama ese cambio “hipocresía.” Pablo tajantemente corrige esa actitud justamente porque es una enfrenta al evangelio, por ende, una negación de lo que Cristo logró con su sacrificio. Según Pablo, los que hacen tales distinciones, los que titulan a los gentiles como contaminados no andaban rectamente conforme a la verdad del evangelio.” Es decir, contradicen el evangelio.

Cuando el evangelio llegó tumbó todas las distinciones que los seres humanos han construido y trajo una nueva realidad. De hecho, Pablo comenta en Colosenses 3:10-11 que Cristo está formando una nueva humanidad la “cual conforme a la imagen del que lo creó se va renovando hasta el conocimiento pleno, donde no hay griego, ni judío, circuncisión ni incircuncisión, bárbaro ni escita, siervo ni libre, sino Cristo es el todo, y en todos.”  La iglesia es esa nueva humanidad, el conjunto de toda clase de persona, a pesar de lo que eran. En esta nueva humanidad no hay lugar para racismo, no hay lugar para bullying, no hay lugar para acepción de personas, no hay lugar para el menosprecio de los que son diferentes de nosotros. Todos somos unos en Cristo Jesús, aceptos, totalmente aceptos, no por lo que somos en nosotros o lo que hemos o no hemos hecho, sino por lo que Él ha hecho, por su obra redentora.

La situación de Juan y Toño es demasiado común. La situación de Pedro también. Pero en Cristo esa actitud se llama hipocresía y es terriblemente dañina para la iglesia, la nueva humanidad que Dios está formando.

[1] Parece que había varias perspectivas sobre este asunto en el mundo antiguo. La ley de Moisés no prohibía que los judíos comieran con los gentiles, pero se ve esa idea en la tradición judía en muchos lugares. Hasta algunos autores romanos comentaban sobre la actitud de los judíos con respecto a los gentiles (Tácito, Historias 5.5; Juvenal, Sátiras 14.10), Ben Witherington III, The Acts of the Apostles, p. 353.