
Murió la familiar de una hermana de la iglesia. Le dolió hasta el alma. Su dolor le llevó a quejarse ante Dios y a cuestionar su amor. ¿Cómo puedes decir que me amas cuando permites tales cosas tan trágicas? ¿Dónde está tu cuidado de mí o Dios? Yo esperaba algo mejor en mi vida.
Yo entiendo su dolor, perder a un ser querido es muy triste y trae un dolor agudo. Pero ¿deberíamos echar la culpa a Dios como si él fuera indiferente o descuidado? O ¿hay otra cosa responsable para las tragedias y aflicciones de la vida? Es una pregunta difícil y no pretendo tener todas las respuestas que la gente busca en los momentos de sufrimiento. Es una tarea mucho más allá de mi capacidad, no obstante, me parece importante reflexionar brevemente sobre una realidad que a veces perdemos de vista cuando se trata de este tema de las aflicciones. Pablo revela esta realidad en Romanos 8:18-25.
En Romanos 8 Pablo estaba explicando la vida en el Espíritu, una vida ligada a Cristo. Él termina esa explicación en Romanos 8:17 con una afirmación muy bonita y otra más que no parece nada agradable. Él empieza “somos hijos de Dios y si hijos, también herederos; herederos de Dios y coherederos con Cristo.” Qué bonito, ¿no? Nosotros los meros mortales no solamente somos hijos de Dios sino mucho más, herederos de la herencia celestial. Imagínate. Pobres en esta vida, pero esperando una herencia inagotable. No obstante, Pablo agrega un detallito más, una condición para poder recibir esa herencia, “si es que padecemos juntamente con él, para que juntamente con él seamos glorificados.” Está parte no es tan bonita. El punto es que antes de poder calificar para recibir nuestra herencia tenemos que pasar por una preparación previa, la escuela de las aflicciones. Tal como Jesús tuvo que sufrir antes de ser exaltado, así nosotros tenemos que participar en sus sufrimientos antes de poder ser glorificado. Los padecimientos preceden la gloria. ¡Dios no es indiferente cuando hay aflicciones en nuestras vidas, él está preparándonos para algo mejor!
Esa no es una idea muy agradable ¿no es cierto? ¿Sufrir como Cristo sufrió para luego recibir la gloria? No gracias. Prefiero un proceso más cómodo. Pablo necesita explicar todo esto para que comprendamos mejor. Gracias a Dios, esto es lo que Pablo hace en Romanos 8:18-25.
Dos Realidades para poder vivir en la esperanza de algo mejor
- Tenemos que entender que el tiempo presente es un tiempo de sufrimiento
Pablo se refiere a las aflicciones del tiempo presente. O sea, él explica a los lectores que el sufrimiento caracteriza ese tiempo en el cual ellos vivían. No es una cosa extraña sino es una realidad común que caracteriza la vida en este tiempo presente. Por si acaso, seguimos nosotros viviendo en el mismo tiempo presente caracterizado por las mismas aflicciones.
Mucha gente parece creer que el mundo debe ser como un cuento de hadas y que nunca debemos sufrir. Por lo tanto, se sorprende ver la muerte de alguien querido o sufrir escasez o experimentar una desgracia. Se sorprende escuchar de una guerra o leer de un terremoto o enterarse de una pandemia. No cabe dentro de su concepto de cómo debe ser el mundo para ellos. Pero tal perspectiva ignora una realidad bíblica fundamental – vivimos en un mundo pos-caída. Vivimos en la sombra de ese evento tan catastrófico que ha pervertido todo lo que existe, el pecado de Adán. El impacto de la entrada del pecado en el mundo fue como si entraras en tu pueblito después de un terremoto de grado 10 que tumbaba todos los edificios y destruía todo, absolutamente todo, todas las plantas y animales y personas se morían. Un día después tú vuelves para verlo y todo está de cabeza, todo quemado y completamente destruido. ¿Tienes en tu mente una imagen de tal escenario? Peor, mucho peor fue la destrucción espiritual como consecuencia de la entrada del pecado en el mundo. Ese momento devastador marca el inicio de lo que la Biblia llama el tiempo presente, y trae consigo todos los malos que tenemos que experimentar en esta vida.
¿Cómo es esta realidad presente descrito como las aflicciones de este tiempo?
La creación fue sujetada a vanidad (8:20).
Es decir, a futilidad, a frustración. Es por eso que las plantas no crecen y los animales se enferman y mueren. Es por eso que muchas veces la tierra no produce a pesar del sudor de los que la trabajan. Es por eso que muchas veces la vida no tiene sentido.
La creación vive bajo la esclavitud de corrupción (8:21).
Todo se malogra, todo se pudre y se ensucia y finalmente avanza hacia la muerte. Y no hay escapatoria de ese rumbo inevitable.
Toda la creación gime a una, y a una está con dolores de parto hasta ahora (8:22).
Dolor es parte de esta vida en el presente. Anhelos incumplidos, deseos frustrados, sueños rotos, mientras esperamos algo mejor, pero el mejor nunca parece llegar.
¿Ves el cuadro? Dolor, frustración sufrimiento, corrupción todos los malos que sufrimos son realidades en el tiempo presente.
Pero ¿Cuál es la causa de todos los malos? ¿Es porque Dios no nos ama? ¿Es porque Dios es indiferente? ¿Es porque Dios es ciego? Para nada. La causa es el pecado. Es por el pecado que llegó la muerte. Es por el pecado que el ambiente es contaminado y que existen los desastres naturales. Es por el pecado que hay guerras y pobreza y pandemias. Todo tipo de sufrimiento es universal, afecta a todos, tantos los buenos como los malos, los ricos como los pobres. Es más, afecta no solamente la humanidad sino también toda la creación. Las plantas y los animales, el mar y el cielo, toda la creación ha sido corrompida por la entrada del pecado en el mundo. Esa es la causa de todo el sufrimiento que vemos y experimentamos.
Por ende, estás totalmente equivocado cuando tu echas toda la culpa a Dios por los males de tu vida. No debes enojarte con Dios por el sufrimiento que experimentas, más bien debes enojarte con el pecado. El pecado es la razón por la muerte. El pecado es la razón por las aflicciones. Todo lo malo de esta vida es por causa del impacto destructor del pecado.
Nunca vamos a soportar las aflicciones de esta vida a menos que captemos esta verdad. El tiempo presente es un tiempo de sufrimiento. Es parte de su naturaleza por el impacto del pecado. ¡Ojo! No estoy refiriéndome a tu pecado personal necesariamente, sino la presencia del pecado en el mundo, el hecho de que vivimos en un mundo caído. Por ende, el sufrimiento es inevitable en este tiempo presente porque todavía existen los efectos malos del pecado. Esta es la primera cosa que tenemos que entender.
Hay una segunda realidad que tenemos que entender
2. Tenemos que entender que el futuro será un tiempo de salvación y gloria
Pablo desea animarnos a reconocer que, aunque tenemos que sufrir en el presente nosotros esperamos algo mucho mejor, “Pues tengo por cierto que las aflicciones del tiempo presente no son comparables con la gloria venidera que en nosotros ha de manifestarse.” Debemos comparar lo malo del presente con lo bueno de nuestro futuro. No hay comparación. Si, los sufrimientos son reales y duelen, pero son una pequeña gotita en comparación con la inmensa gloria que nos espera. Como dice 2 Corintios 4:17, esta leve tribulación momentánea produce en nosotros un cada vez más excelente y eterno peso de gloria. ¿Por qué puedo tener esperanza aun en medio de este tiempo presente? Porque yo sé que todo lo que estoy sufriendo no compara con lo que Dios tiene para mí en gloria.
Pero ¿Cómo sé que la gloria que me espera es tan excelente? Pablo explica, Porque el anhelo ardiente de la creación es el aguardar la manifestación de los hijos de Dios (8:19). En otras palabras, la evidencia más clara de las maravillas de la gloria que nos espera es la respuesta de la creación. Pablo presenta la creación como una madre sentada en la casa ansiosamente esperando la llegada de su hijo que se fue hace muchos años. Todo su enfoque se centra en ese día cuando llegue. De igual manera, la creación tiene una sola pasión, esperar ese día cuando Dios nos revele como sus hijos, ese día cuando él nos glorifique en su reino eterno. Todo lo que Dios ha creado está en espera, está anhelando ardientemente ver ese día cuando Dios nos dé nuestra herencia eterna.
Pero ¿Por qué la creación está esperando con tanta pasión? Porque la creación fue sujetada a vanidad, no por su propia voluntad, sino por causa del que la sujetó en esperanza; 21porque también la creación misma será libertada de la esclavitud de corrupción, a la libertad gloriosa de los hijos de Dios (v. 20-21). La misma creación está sufriendo ahora habiendo sido sujetada a la futilidad por el pecado, pero esa sujeción fue algo temporal. Dios promete liberar toda la creación y llevarla a participar en la misma glorificación que vamos a experimentar nosotros. Aun en el momento cuando Dios anunció la maldición sobre la creación por la entrada del pecado él dio un mensaje de esperanza. ¿Se acuerdan? En Génesis 3:15 después de declarar el castigo sobre la serpiente por su engaño Dios anuncia el protoevangelio, Y pondré enemistad entre ti y la mujer, y entre tu simiente y la simiente suya; ésta te herirá en la cabeza, y tú le herirás en el calcañar. Es la promesa de Dios de que el descendiente de la mujer destruirá a la serpiente, algo que se cumplió en Cristo Jesús y que se cumplirá finalmente en los fines de los tiempos como dice Pablo en Romanos 16:20, Y el Dios de paz aplastará en breve a Satanás bajo vuestros pies. Hasta la creación vive con esa esperanza, es por eso que sabemos que nuestra esperanza pesa tanto más que los sufrimientos del presente.
Hay un motivo más porque podemos estar totalmente seguros de que nuestra futura gloria se va a dar, justamente porque Dios nos ha dado una garantía de nuestra salvación futura, las primicias de su Espíritu (v. 23). Las primicias se refieren a la cuota inicial que garantiza la plenitud venidera. Cuando Dios quisiera dar a sus hijos la certeza de su promesa, él selló esa promesa con un regalo, el Espíritu Santo, la evidencia innegable de la seriedad de Dios.
¿Como debemos vivir en el tiempo presente mientras esperamos algo mejor?
Tenemos que vivir con esperanza
Pablo escribe en los versos 24-25, Porque en esperanza fuimos salvos; pero la esperanza que se ve, no es esperanza; porque lo que alguno ve, ¿a qué esperarlo? 25Pero si esperamos lo que no vemos, con paciencia lo aguardamos. Dios nos salvó, pero la llegada de la plenitud de esa salvación es algo que no hemos visto todavía. Tenemos que esperarlo. En el tiempo presente no siempre podemos ver la realidad de nuestra esperanza. Por lo tanto, tenemos que poner nuestros ojos en lo que no podemos ver. Tenemos que ser dirigidos por esperanza, por la convicción firme de que las promesas de Dios son reales y que se van a cumplir a pesar del sufrimiento que experimentamos y a pesar del hecho de que no vemos el cumplimiento de la promesa.
La única manera de poder soportar el dolor del presente es a la luz de la gloria venidera. Cada cristiano que tiene su mente enfocada en el presente va a rodearse de la tristeza y la futilidad del presente tiempo. El sufrimiento va a parecer demasiado grande y las luchas demasiadas difíciles. La carga de los problemas va a controlar su perspectiva. Pero el cristiano que ve más allá de este tiempo, que tiene su mente puesta en la gloria venidera va a entender que el sufrimiento de este tiempo, aunque real, no puede compararse con las maravillas que vienen. Dios nos está preparando para un futuro increíble.
Es por eso que la Biblia empieza en la gloria de la primera creación y termina en la gloria de la nueva creación. Es que Dios resuelve todo en su tiempo. Todo lo que el pecado ha malogrado él repara, todo lo que el pecado ha manchado él limpia, todo lo que la muerte ha destruido, él resucita. Pero no siempre vemos ahora los resultados de lo que él ha hecho. Por eso, tenemos que vivir con esperanza, con la confianza de que, aunque no vemos el final ahorita, estamos totalmente convencidos de su realidad.
Lo que estás experimentando en tu vida presente no es tu verdadero destino. Tu destino es algo mucho mejor, es una nueva creación. Este mundo caído va a ser totalmente transformado. La creación ya no va a ser sujetada a la futilidad sino va a florecer. La esperanza que Dios ha puesto ante nuestros ojos es una salvación de todo pecado y todo dolor y toda la futilidad y toda la corrupción y toda la pobreza y toda la enfermedad, y finalmente la misma muerte. No lo ves ahora, pero es real.
¿Cómo debemos vivir en medio de estos tiempos tan difíciles? Con la esperanza de algo mejor.